cuatro, cinco, seis. Cuando llegó a la sexta viga construyó una pared que formó un cuarto bastante grande para él.
El segundo hijo recibió cuatro vigas de su padre. Aprovechó la pared de su hermano mayor para un lÃmite de su cuarto y luego contóâuna, dos, tres, cuatroây levantó otra pared. Si bien su cuarto no era tan grande como el de su hermano, todavÃa era cómodo.
El hijo menor, que se llamaba Juan, sólo recibió las últimas dos vigas al final de la casa. Eso le darÃa un cuarto chiquito. Pero Juan era un joven contento y no se quejó. Se encogió de hombros y dijo: âBueno, por lo menos, yo no tengo que construir una pared. La de mi hermano será un extremo de mi cuarto, y la pared exterior de la casa será el otro.
Juan comenzó a vivir en el cuarto estrecho bajo las dos vigas al final de la casa. Pero sus hermanos mayores eran muy envidiosos y codiciaban las dos vigas que su hermanito habÃa heredado. El uno le dijo al otro: âEl testamento de nuestro padre decÃa que dos vigas le corresponden a nuestro hermanito sonso Juan, pero no decÃa nada acerca de las latillas puestas a través de las vigas para hacer un techo. Quitémoslas y usémoslas como leña.
Lo hicieron. Ahora Juan tenÃa dos vigas sobre la cabeza, pero nada más que el cielo como techo. En las noches frÃas prendÃa lumbre en el piso de tierra en medio del cuarto para calentarse.
Cuando se acostaba a dormir, esparcÃa las cenizas calurosas en el suelo y dormÃa sobre ellas. Siempre andaba cubierto de cenizas, y sus hermanos se daban a llamarle âJuan Cenizasâ.
Una noche un gato extraviado brincó la pared del cuarto de Juan y comenzó a vivir con él. Era un gato blanco con manchas negras y cafés, y Juan le puso Gato Pinto. Juan estaba contento de tener la compañÃa del gato y compartÃa sus tortillas con él. Cada noche, Juan hacÃa un lecho adicional de cenizas para que el gato durmiera ahÃ. De dÃa, dondequiera que anduviera Juan, el gato lo acompañaba. Todos que conocÃan a Juan conocÃan al Gato Pinto.
Luego, una tarde Gato Pinto comenzó a escarbar en un rincón del cuarto. Esa rascadura constante molestaba a Juan, asà que fue y levantó al gato y lo llevó junto a la lumbre. Pero Gato Pinto regresó al rincón y siguió escarbando. Otra vez, Juan llevó al gato al centro del cuarto. Pero Gato Pinto volvió al rincón. Juan empezó a enfadarse y esta vez pensaba echar el gato afuera, pero luego vio que Gato Pinto habÃa descubierto una cajita de madera. Juan abrió la caja y dentro encontró un papel.
Al dÃa siguiente Juan fue a la casa de un viejo amigo de su padre para que lo ayudara a leer el papel. El amigo le dijo: âEste documento fue escrito por tu padre. Dice que hay otra caja debajo de la que tu gato desenterró.
â¿Y dice qué está dentro de la caja? âJuan preguntó.
âSÃ, lo dice. La caja está llena de dinero. Tu padre querÃa que el dinero fuera exclusivamente para ti.
Juan corrió a casa y cavó más hondo en el rincón. Encontró otra caja de madera y cuando la abrió, vio más dinero del que jamás habÃa visto en toda su vida. El amigo tuvo que ayudarlo a contarlo.
Cuando lo habÃan contado y puesto en una bolsita, el amigo le dijo: âJuan, es mejor que te vayas de este lugar. Si te quedas aquà y tus hermanos se enteran de que tienes este dinero, pueden lastimarte para quitártelo.
âOh, no âdijo Juanâ. No creo que mis hermanos hagan eso.
Se disponÃa a volver a casa, pero Gato Pinto tomó la bolsita de dinero con los dientes y salió corriendo. Juan lo siguió, pero no pudo alcanzarlo. Rastreó al gato todo el dÃa. Cuando le sobrevino la noche, Juan prendió una fogata y acampó bajo un árbol grande. Vio como Gato Pinto caminaba lentamente al borde del