6
U n niño preguntó. ¿Qué es la hierba? dándomela a manos llenas;
¿cómo podría contestar al niño? Yo no lo sé más que él.
Supongo que ha de ser la enseña de mi carácter, con tela de esperanzador verde tejida.
O supongo que es el pañuelo del Señor,
un perfumado regalo y recordatorio dejado caer aposta,
que de algún modo lleva el nombre del propietario en los picos, para que lo podamos ver y fijarnos y decir ¿De quién es?
O supongo que la hierba es ella misma un niño, un bebé producto de la vegetación.
O supongo que es un jeroglífico uniforme,
y significa: Broto lo mismo en zonas amplias que angostas,
crezco entre los negros y los blancos,
canadiense, virginiano, congresista, moreno, les doy lo mismo, los recibo lo mismo.
Y ahora se me antoja que es el hermoso pelo sin cortar de las tumbas.
Tiernamente te usaré, hierba rizada,
puede que surjas de los pechos de los jóvenes,
puede que de haberlos conocido los hubiese yo amado,
puede que seas de los ancianos, o de la progenie prematuramente arrebatada del seno de sus madres,
y aquí eres los regazos de las madres.
Esta hierba es muy oscura para ser de las cabezas canas de las madres ancianas,
más oscura que las barbas sin color de los viejos,
oscura para proceder de los desvaídamente rojos cielos de las bocas.
Oh, me doy cuenta después de todo de tantas lenguas que se expresan,
y me doy cuenta de que no vienen en vano de los cielos de las bocas.
Ojalá pudiese traducir yo los indicios sobre los muchachos y muchachas muertos,
y los indicios sobre las madres ancianas y los viejos, y la progenie prematuramente arrebatada de su seno.
¿Qué crees que ha sido de jóvenes y viejos?
¿Y qué crees que ha sido de mujeres y niños?
Están vivos y a salvo en algún sitio,
el brote más pequeño muestra que en verdad no existe la muerte,
y si alguna vez la hubo condujo a la vida, y no espera al final para atraerla,
y cesó en el instante en que apareció la vida.
Todo avanza y se extiende, nada se derrumba,
y morir es distinto de lo que había uno supuesto, y más afortunado.
7
¿A lguien ha supuesto que es venturoso nacer?
Me apresuro a informarle de que es tan afortunado como morir, y sé lo que me digo.
Paso la muerte con los que mueren y el nacimiento con el bebé recién lavado, y no estoy limitado entre mi sombrero y mis botas,
y examino múltiples objetos, entre los que no hay dos iguales y todos son buenos,
la tierra buena y buenas las estrellas, y buenos todos sus apéndices.
No soy una tierra ni apéndice de una tierra,
soy pareja y compañero de la gente, todos tan inmortales e insondables como yo
(no saben hasta qué punto inmortales, pero yo sí).
Cada cual para sí mismo y los suyos, para mí los míos, hombres y mujeres,
para mí los que han sido muchachos y las aman,
para mí el hombre orgulloso y que sabe lo que duele el desprecio,
para mí la amada adolescente y la solterona, para mí las madres y las madres de madres,
para mí los labios que han sonreído, los ojos que han derramado lágrimas,
para mí los hijos y sus procreadores.
¡Descubríos! No sois culpables para mí, ni rancios ni desechados,
veo a través del popelín y el guingán si sí o si no,
y, tenaz, codicioso, incansable, estoy alrededor y no se me puede apartar.
8
E l pequeñín duerme en la cuna,
levanto la gasa y me quedo mirando un rato, y silenciosamente espanto las moscas con la mano.
El mozo y la chica colorada se desvían por la loma de arbustos,
yo los escudriño desde la cima.
El suicida se desparrama en el suelo ensangrentado de la alcoba,
soy testigo del cadáver con su pelo salpicado, me fijo en donde cayó la pistola.
El parloteo del empedrado, las llantas de los carros, el cieno de las suelas, lo que dicen los viandantes,
el pesado ómnibus, el conductor con su pulgar interrogante, el ruido metálico de los caballos herrados sobre el suelo de granito,
los trineos, tintineantes, los chistes a gritos, las